La devaluación de la novedad

Un día los Beatles llegaron a Bariloche
y se quedaron para siempre.

Todos los días en alguna radio de Bariloche suenan los Beatles. No una vez ni dos. Ni tampoco en una radio sola. Suenan muchas veces y en muchas radios.

Si sólo sucediera en KMFM, la radio de Alberto Badía, el gran fanático argentino de los Beatles, sería más que comprensible. Pero no, pasa en muchas las radios.

Desde las más combativas como El Arka, hasta las más complacientes, pasan temas de los Beatles. Y no sólo eso: música de todas las décadas suena en el aire barilochense.
Al mismo tiempo, suena lo último de lo último, One Hit Wonders como Adele o los temas del verano machacándonos la cabeza. Por otra parte las repetidoras de las radios de la Capital nos mantienen actualizados con los hits de la temporada.

Al principio me pareció simpático. Despues de varias semanas de escuchar Michelle, A hard day´s night o algún tema solista de Lennon, el asunto empezó a fastidiarme.

Me resultaba incomprensible pensar que hace cuarenta años que están pasando la misma música. Pero finalmente comprendí algunas aristas de este fenómeno:
En las grandes ciudades lo nuevo se impone. Y la novedad permanente va empujando hacia el olvido lo que ya dejó de serlo.

Esto es algo que se puede ver claramente en las librerías. Las grandes superficies ofrecen desde sus mesas novedades que con sus tapas chillonas llaman a los gritos a posibles lectores. Saben que tienen poco tiempo de vida. Al cabo de unos meses serán reemplazados por una nueva generación de novedades que será reemplazada al cabo de unos meses por la siguiente.

Siempre me sorprendió que en las buenas librerías que hay en Bariloche se consiguen libros de todos los tiempos. Libros nuevos que salieron hace semanas, libros que salieron hace tres años, clásicos inoxidables. Caminar por ellas es un paseo lleno de gratas sorpresas.

Eso mismo pasa con la música en las radios. Conviven lo nuevo, lo viejo, lo antiguo y lo clásico. Y esto pasa porque lejos de las grandes ciudades la novedad parece perder valor por sí misma. Y esa devaluación de lo nuevo deja lugar para otras cosas.

No es poco.

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